Hay que ver qué complicados somos. Cuando no tenemos nada, porque no tenemos nada. Cuando tenemos algo, nos falta más. Si lo tenemos todo, o bien no nos damos cuenta, o bien nos sigue faltando algo porque el vecino tiene más.
El otro día vi una gráfica de uno de los últimos ilustradores que he encontrado. «Y ustedes, ¿ya vivieron hoy?». A veces, acaba el día y piensas «¿Qué he hecho hoy que me ha hecho sentirme viva? Ups… nada!». Esto no se puede permitir.
No todos los días tienen que ser productivos a tope, o relajados, o sociales, o tienen que tener todo lo que le dijeron al Mamut pequeñito. Al final puedes acabar como él. No es broma.
Pero oye, los días sí que deberían tener ese momento que te hace sonreír, que te llena el corazón y te colorea el alma. Cada uno tenemos un criterio para este momento. Por eso somos diferentes y eso es lo que nos da la chispa que buscamos.
Para mí esos momentos pueden estar en una palabra inesperada y llena de sentimiento; en una sonrisa de un niño que no te conoce, pero te sonríe; en tu canción favorita sonando al subir al coche o en el sol entrando por la ventana de mi habitación nada más levantarme. En un «hoy te invito yo al café»; en un ladrido seguido de un besito (sí, a mi perro le dices «me voy, dame un besito, y te lo da»).
Yo creo que si aprendemos a vivir valorando pequeños detalles que nos hacen vibrar de emoción, aunque solo sea un poquito, aprenderemos a disfrutar de todo lo demás.
¿No os pasa que por el día a día y todas sus vicisitudes, llega un momento que no disfrutáis de esos momentos que nos regala nuestra existencia como personas rodeadas de otras personas, animales y naturaleza? A mí me ha pasado, y veo como le pasa a las personas que quiero.
No está en mi mano ayudar a nadie a vivir, pero sí dar consejos gratuitos como el de este post para que se curen. Llegar a ser felices con poco está en la mano de cada uno, sólo hay que conocerse un poquito para saber qué te da la vida, te saca esa sonrisa Profident.
Las cositas... 